LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL

La ocasión en la cual vi la ruta hacia el otro
mundo se dio de manera accidental, como suele suceder en la mayoría de los
casos.
Estaba jugando con una cuerda con la que
amarran las hamacas que estaba atada a la pared y metí la cabeza por la soga,
apoyando el peso de mi cuerpo en el cuello, en un segundo me sentí en brazos de
alguien y sentía que iba subiendo, al fondo se veía una luz blanca y brillante,
podía escuchar los gritos y las voces de las personas a mí al rededor, pero no
podía responder.
A medida que subíamos el camino se ponía
estrecho y me punzaban unas espinas en las piernas y brazos, lo que hacía más difícil
avanzar. Hasta que ya no pudimos seguir y sentí que nos regresábamos. Cuando sentí
que pisamos el suelo de nuevo, desperté en la camilla de un consultorio de mi
pueblo.
Lo que vieron las personas a mi lado:
Estaba jugando con la cuerda y de pronto me
desplomé, de inmediato me cargaron para llevarme al consultorio del señor
Felipe Carvajal, durante el trayecto intentaba hablar, pero solo salía espuma
de mi boca, hasta que al cabo de un rato desperté.
Esa experiencia marcó mi vida, no sé si fue producto
de una alucinación o fue real, en todo caso fue de extremo impacto.
Esta historia le sucedió a uno de mis entrañables amigos de mi pueblo, del cual me reservo el nombre.
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Totalmente cierta está experiencia.
ResponderEliminarEstuvo en camino al otro lado.
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